27 Jul Jorge Díaz Barajas
Psicólogo con grado de Maestría en Metodologías de la Enseñanza. Es poeta, narrador y escritor fantasma. Eventualmente hace ilustración. Autor de Hay un cielo de navíos (2009), del plaquette Levantarás esta tumba (1995) y la primera edición de Sur (s/f). Obra suya aparece en las antologías: Poesía viva de Jalisco, 101 Pintores – 101 Poetas, Porque a mi me bautizaron con un trago de tequila, y en Antología de poemas al padre y a la madre. Obra suya aparece publicada con diferentes pseudónimos.
El amor tóxico
(En homenaje a Leonardo Padrón)
Volaba en ti
y mi vuelo era un vientre
preñado con sinfónicas,
un colibrí
de asombrosa
certeza inestable.
En ti vivía,
en la órbita diáfana
de tus ojos,
en tus tardes
de loto en el abismo.
En ti habitaba
la rápida alegría,
los lentos ideogramas
de la ternura,
el insomnio,
la tibia cólera,
en ti
mi vida era remolcada
por la espuma de una ola.
En ti viajaba,
en tu sedante vicio de bromuros,
en el cartílago de tu abrazo,
viajaba,
en el dédalo de tu suave pecho.
En ti vivía,
respiraba en tu sueño,
dormía mirando tu vigilia,
andaba de Lázaro
por nuestras calles.
Andaba.
***
III
Helio sin altura
Hogar de ecos infinitos
Cementerio de huesos sin historias
Geometría de informes
Euforia de lo muerto
Fiebre de lo efímero
Fiebre sin cura
Fiebre sin memoria
Vientre.
Parásito echado
Seco argonauta, sediento
Brújula imantada
Reloj, hora, minuto, nada
Agonía instantánea
Eternidad de suspiro
El hueco precipicio hacia ningún abismo
Boca de tigre, seca
Muerto.
***
Signos
(extracto)
Vi los puntos cardinales
Que definen la unidad del hombre,
Vi una columna de signos
Que marchaban y se desvanecían callados.
Vi el corazón repetido de Jesús,
Vi la vida palpitante entre ajenos nombres,
Vi el dolor que transita en calma entre cristales,
Vi el dolor que grita para dejar ecos infinitos.
Oí una cicatriz cerrando en la cabeza de un sordo,
Escuché los hilos que usa la vida
Para soldar llagas que hace la propia vida.
Oí el dolor que no dolía,
Y oí mi propia memoria
Mientras tocaba el abismo de mi muerte.
Olí la humedad que hace un ojo vacío,
Olí cavidades cuyos perfumes en la memoria
Son inseparables de sus quicios.
Olí mi muerte
Y no era dulce como decían.
Olí las hierbas y los campos
Y corté en dos la vida
Para contaminar el aire
Y así distinguir al olor y a la conciencia.
Y no confundirme en su mar nauseabundo.
Toqué un desierto flotante entre sorbos,
Toqué el amor inscripto
En el reposo de un cadáver
Y toqué las llagas que forman
Las sustancias del recuerdo.
Toqué el sueño de un moribundo
Y lo solté aterrado,
Toqué la vigía de un niño
Pero sentí haber roto un frágil sueño.
Toqué la música que hacen los jardines,
Y toqué la ausencia que es
Blanca como la cal sobre los ojos.
Toqué con la ansiedad del taxidermista
Porque sentí que la vida era algo más
Que esta repetición de escenas…
Estoy seco de mi:
Navego en el mar andrógino
Sobre agudas olas generadas por máquinas,
En suaves espumas de almas híbridas.
En confusión, en tránsito, en polución,
En arenas, en camaleones, en fronteras,
En fusiocon, ne trántosi, en copulión,
En sanera, ne leonescama, en trónferas…
¿De qué intentan formarme,
de qué materia han de marcarme cicatrices,
de qué color dotarán a mi universo cóncavo?
¿Con qué palabras ondearán
mi frágil lengua mecánica?
¿ A dónde voy o me llevan,
a dónde empuja tanto ruido?
Apenas pienso soy otro.
Hablo y habito otro que fui.
¿Quién habla en boca de quién, hombre?
¿Quién jala, desde su sueño,
este hilo que sostiene la vida…?
No hay predicador.
No hay un cuadro fijo
del pensamiento.
***